lunes, 18 de septiembre de 2017

Emiliano lleva 7 años sin ver a su peque retenido por su madre en Perú.


Una vez mas nos encontramos otro caso de un papá separado de su hijo. Por desgracia y como suele ocurrir no tiene la repercusión mediática de otros como el de Juana Rivas.. ¿Acaso este asunto no merece la atención de nuestra clase política? ¿Es este caso ajeno a la sensibilidad de nuestros representantes de la izquierda en la vida pública? 


Aquí os dejamos el articulo publicado por "El Español":

El caso 'Juana Rivas' al revés: Emiliano, 7 años sin ver a su hijo en Perú. Eduardo del Campo - El Español - 16-Sep-2017


Su exmujer se llevó a su hijo a Lima en 2012 y no les ha permitido que vuelvan a tener contacto. Ella volvió a casarse en 2015 y ha tenido otro hijo.


Emiliano enseña el vídeo que grabó este 17 de agosto y que ha colgado en el blog de su campaña, para que su Hugo lo vea algún día y sepa que no lo ha olvidado. Es una escena penosa. El padre, solo, mira a la cámara delante de una tarta de cumpleaños con las velas encendidas, las apaga de un soplo y se dirige a su hijo ausente, “robado”, para, un año más sin él, y ya van siete, decirle:

—Feliz cumpleaños, Hugo. En el día de hoy cumples doce añitos, y esperemos que para el año que viene lo podamos celebrar todos juntos. Te deseo que tengas un día muy feliz y te esperamos el año que viene. Un beso. Te quiere tu papá.

Lanza un beso con la mano, con la mano dice adiós. Se acaba el vídeo.


Emiliano Antonio Medina Martín tiene 48 años, es de Monterrubio de la Serena, en Badajoz, vive en el municipio madrileño de Alcobendas y trabaja de vigilante de seguridad en las oficinas del BBVA en el cercano Tres Cantos. Pero el dato que ahora más lo define es ser el padre que lucha desesperadamente desde hace siete años por volver a estar con su hijo. Hugo y Emiliano, Emiliano y Hugo no se abrazan desde el 22 de julio de 2010, cuando el padre entregó al pequeño, que iba a cumplir cinco años, para que pasara la segunda mitad del verano con su madre, Elena Fiorella Ferrer Vega, de 32 años ahora, natural de Trujillo (Perú).
  
Cuenta Emiliano Medina (y aporta documentación legal para apoyar sus afirmaciones) que hasta dos meses antes los tres vivían juntos en Tres Cantos. Hasta que él le dijo a Elena, con la que estaba registrado como pareja de hecho, que se separaba de ella: “Al día siguiente, viernes, vinieron dos guardias civiles de paisano a mi lugar de trabajo. Me había denunciado por amenazas. Pasé la noche en el calabozo. Eso es un trauma para quien lo vive. Menos mal que el juicio rápido fue ese mismo sábado. El juzgado de instrucción 4 de Colmenar Viejo sobreseyó la denuncia el 31 de mayo”.

“Vete acostrumbrando a estar sin él”

La relación se normalizó algo en los dos meses siguientes, lo justo para que ambos progenitores compartieran por separado el cuidado de Hugo, aunque el padre subraya que había sido siempre él el que había asumido la mayor responsabilidad. El 22 de julio lo entregó a la madre para que, como habían pactado en un acuerdo extrajudicial, pasara con ella el resto de las vacaciones antes de ir al colegio. Al ver que ella le impedía a partir de ese día hablar con el niño por teléfono, le escribió el 27 de julio este correo electrónico:

“Hola, Elena, soy Emiliano, este es el número de teléfono, 644124954, desde el que voy a llamar a Hugo siempre de seis a siete de la tarde. Cuando llame, por favor ponme directamente a Hugo, no tengo necesidad ninguna de hablar contiguo. Muchas gracias.”

Ella respondió por correo electrónico el domingo 1 de agosto a las 9:21 de la mañana:

“No sigas llamando, que no te voy a coger el teléfono y no vas a poder hablar con el niño. Yo sé que para ti Hugo es tu vida, para mí es una carga pero voy a hacer lo imposible para quedármelo y llevármelo a Perú para siempre, así que vete acostumbrando a estar sin él porque te voy a hacer todo el daño posible con eso, y vete preparando dinerito, voy a hacerte la vida imposible. Ya mentí para acusarte de malos tratos, no me importa seguir mintiendo, además el niño se suele dar a las madres, que ya me han informado. Prepárate que te voy a hacer una vida llena de sufrimiento y que sepas que ya tengo otros hombres en mi vida, ja,ja, vas a llorar hasta que no tengas lágrimas en tus ojos...”.

Dice Emiliano que el 1 de septiembre, tras más de un mes sin noticias del niño, cuando fue a recogerlo según lo previsto al piso de Leganés donde ella vivía, se encontró con que no había nadie. Acudió a la Policía a denunciar la desaparición de Hugo. Creía que la madre había huido con él a algún lugar de España. Pasó un año hasta que, ya en septiembre de 2011, a través de unos conocidos –no de las autoridades– se enteró de que en realidad se lo había llevado a Perú, poco después de aquella amenaza por correo electrónico. Elena le había renovado el pasaporte al niño –su única nacionalidad era la española en ese momento– y se había ido de España el 15 de agosto de 2010. Efectivamente, dice el padre, “cumplió todo lo que dijo”.

Sustracción internacional de menor

Emiliano amplió su denuncia por sustracción parental de menores, que se convirtió en un caso de sustracción internacional. Le amparaba el Convenio internacional de La Haya sobre sustracciones de menores, que obliga a los países que lo suscribieron, entre ellos Perú y España, a actuar de forma prioritaria para restituir a los niños a su lugar de origen siempre que no suponga un peligro para ellos. Han pasado ya más de siete años desde la marcha forzada de Hugo y seis desde la denuncia internacional de Emiliano (una vez supo que estaba en Perú), y el proceso judicial aún no se ha resuelto.

Denuncia que su caso ha estado plagado de irregularidades por las que acaba de poner una denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y da un ejemplo: “Delegados del Convenio de La Haya fueron a Perú en 2012, y les dijeron que no había ningún caso de niño reclamado. ¡Habían escondido el expediente!”.

Compara su caso con el de Juana Rivas, la granadina que se llevó a sus hijos de Italia a España hace un año acusando de maltrato a su ex pareja, el italiano Francesco Arcuri, y que tras pasar más de un mes escondida con ellos cumplió la orden judicial de entregarlos al padre. “Su proceso es el mismo que el mío, pero a él se lo han hecho rápido. Sólo pido que España reclame a Perú que no se salte el Convenio de La Haya y restituya a mi hijo, que el Convenio hay que respetarlo, igual que ha hecho España con Italia en el caso de Francesco”.

Lamenta que sus demandas de ayuda al juez de enlace internacional del convenio en España, al Ministerio de Asuntos Exteriores español, el Gobierno de Mariano Rajoy y el Partido Popular, entre otros estamentos a los que se ha dirigido, sólo han recibido respuestas de cortesía que alegaban que no podían intervenir al estar el caso “judicializado” en Perú. “Han pasado”, critica él, matizando que Ciudadanos “ha pedido ayuda para mi caso al presidente del Gobierno” y el Ayuntamiento de Alcobendas también le han apoyado.

Convertido ya casi en experto legal en el tema, defiende que su situación se tendría que haber resuelto hace mucho, ya que la Justicia española ya le había concedido en 2011 a él la custodia del niño y no cuenta en su contra con condenas por maltrato. “No pueden juzgar los mismos hechos en dos países distintos, es ilegal. Si la madre quiere modificar la custodia, tiene que pedirlo en España ella o su abogado”, argumenta.

Alegaciones de maltrato

El niño dijo en un examen psicológico en 2012 para el juzgado peruano: “La quiero a mi mamá Fiorela porque es buena. Mi papá Emiliano de España no lo extraño porque le pegaba a mi mamá y a mí también me pegaba con su mano…”. Contesta Emiliano que la madre le dictó el relato al pequeño. “Es una mentira total”. Las sentencias no le han dado crédito tampoco a la acusación de maltrato.

A finales de agosto de 2012 viajó a Trujillo, en Perú, para asistir en el Quinto Juzgado de Familia a la ‘audiencia única’ donde se dirimía el destino del niño. Ésa fue la única vez que ha estado en presencia de su hijo en estos siete años. El chiquillo dijo, según recoge el auto judicial, que estaba contento en Perú, que en España su papá era malo con su mamá y le pegaba a ella y a él, que cuando se separaron su papá no lo llamaba por teléfono...

“El juez, en vez de preguntarle a Hugo aparte, le interrogó con su madre al lado, coartándolo. Yo, detrás en la sala, le hacía carantoñas, le guiñaba el ojo. Él se reía. Ya sabes cómo es el ser humano. Con todo lo que le han dicho sobre mí, si tuviera miedo se apartaría, pero me buscaba con la mirada continuamente. Me había dicho el juez que me iban a dejar pasar unas horas a solas con él. Pero antes de que terminara la vista, los padres de ella, los tíos, lo cargaron en brazos delante de la fiscalía y del juez y se lo llevaron. Me puse de rodillas llorando delante del juez, ‘¡señoría!, ¿no ven lo que están haciendo?’. Me dio tiempo a ver cómo se lo llevaban en un taxi. Y se acabó”.

Hechos consumados

En primera instancia, con apoyo de la Fiscalía, le dieron la razón al Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables de Perú, que en nombre de Emiliano había demandado a Elena. La madre recurrió esgrimiendo que Emiliano la maltrataba y que el niño ya estaba arraigado en Perú. El tribunal de apelaciones (Corte Superior, Sala Civil) devolvió el caso al juzgado de primera instancia para que emitiera una nueva sentencia ampliando sus razonamientos. Esta nueva sentencia anuló la anterior y estableció que el traslado de Hugo a Perú fue, efectivamente, ilícito pero que debía aplicarse la excepción del artículo 12.2 de la Convención de La Haya y no devolverlo a su antiguo hogar en España por riesgo para su estabilidad emocional. Había que aceptar los hechos consumados por el bien del chico.

Según la nueva sentencia –que descartó las alegaciones de maltrato esgrimidas por la madre y reconocía que Emiliano era un progenitor capaz–, el niño estaba integrado en su nuevo hogar en Perú e irse a vivir a España con su padre y su nueva compañera y el hijo de ésta le podría alterar su integridad psíquica por tener que adaptarse a una nueva unidad familiar para él “extraña”. El tribunal recomendaba, en cambio, garantizar un régimen de visitas para el padre estableciendo medidas para “evitar un nuevo traslado no autorizado del niño”.

Emiliano apeló a su vez recordando que sus circunstancias familiares en España eran idóneas para el niño y que el Convenio de La Haya por sustracción parental de menores no admite dilaciones como éstas –entretanto, hubo varias huelgas judiciales en Perú–. La Corte Superior de Justicia de Trujillo confirmó en septiembre de 2015 la sentencia de primera instancia. Emiliano apeló de nuevo, esta vez ya ante la Corte Suprema de Perú, que admitió a trámite su recurso en junio de 2017 y debe ahora pronunciarse.

Incomunicados

Mientras, el tiempo sigue pasando y juega a favor de la madre, que en 2015 se casó y tuvo en 2016 un hijo con su nueva pareja. Hugo, del que cree que ahora vive en la capital peruana, Lima, está bien, pero sin su progenitor español. Es un buen estudiante. Así se lo contó el chaval a su padre el año pasado en la única comunicación que han tenido desde el contacto visual de 2012. Fue en una corta conversación por Skype sorteando el bloqueo de la madre. El padre, nervioso, emocionado, lo grabó en vídeo con su móvil para conservar el recuerdo de ese momento para él mágico, que le ha dado “oxígeno” para seguir luchando. El niño le sonríe al padre y le cuenta los videojuegos que le gustan, que su asignatura favorita es educación física, que tiene muchos amigos. El padre le pregunta:

—¿No te acuerdas de tu tía Manoli, que te llevaba a recoger los regalos de los Reyes Magos aquí en España? 
—No me acuerdo… 
[…] 
—Y de tu abuela Manoli, ¿tampoco te acuerdas?
—No…
[…]
 —Yo llevo seis años deseando hablar contigo… Seis años… Yo llevo, tú te crees, yo, tu papá, yo te quiero, yo te amo, yo no te… ¿sabes? Yo no te he olvidado, nunca te olvidé. Incluso cuando estuve en el 2012, tú me vistes allí. ¿O no te acuerdas? 
—Sí, sí me acuerdo. 
—Y yo pedí estar los cinco o seis días que estuve allí, yo pedí estar contigo. ¿Tú te crees que no te amo? ¡Yo te amo por encima de todas las cosas de este mundo!

La videoconferencia se cortó. La ex pareja le ha impedido siempre comunicarse con Hugo.

Emiliano también enseña al periodista uno de los mensajes con insultos llenos de odio que dice que ha tenido que soportar de la madre de su hijo y que no ha respondido “para no entrar al trapo”. En un mensaje de Messenger, ella le recrimina que no envíe dinero para Hugo y llama “bastardo” al niño de la actual compañera de Emiliano, una mujer dominicana a la que califica de “perra”. El padre explica que no envía dinero puesto que es él el que tiene concedida la custodia –por el Juzgado 4 de Colmenar Viejo desde el 13 de junio de 2011– y no puede ejercerla.

Otros casos en España

El padre del hijo “secuestrado” muestra también fotos del día en que un grupo de hombres y mujeres que pasan por situaciones similares a la suya se manifestaron en los juzgados de Granada el mes pasado en apoyo a Francesco Arcuri y le entregaron al abogado de éste un ramo de flores, con los nombres de once niños y niñas españoles a los que sus padres o madres se llevaron al extranjero sin permiso del otro progenitor. En una de esas flores colgaba el nombre de Hugo en una etiqueta.

Proclama el padre que su lucha no tiene que ver con la violencia de género, con “machismo ni feminismo”, y que tanto hombres como mujeres le han pedido ayuda por su experiencia. Pone como ejemplo a una mujer de Málaga a cuya hija se llevó a Ecuador su ex compañero ecuatoriano, y a la que apoyó en el angustioso proceso de reclamarla. “La ha recuperado, y el otro día nos hicimos una foto con la niña”. En cambio, pone como contraejemplo a un hombre que le pidió asesoramiento hace pocos días. Lo cortó en seco al escuchar que se refería a su ex mujer como “esa guarra”. “Mira, le dije, si empezamos así, mal; búscate un abogado”.

El Código Penal español castiga con penas de tres a cuatro años de cárcel al progenitor que sustraiga al menor y lo lleve sin permiso fuera de España, el mismo castigo al que se exponen los familiares hasta segundo grado de consanguinidad o afines que colaboren en la sustracción. En Perú también es un delito, pero se castiga con más indulgencia: dos años como máximo. En el caso de Hugo, todo ha quedado, de momento, impune. Recuerda Emiliano que hasta una denuncia que puso contra la abuela materna del niño cayó en saco roto en Perú. La abuela lo llamó por teléfono y lo amenazó de muerte. “Me dijo, ‘por pocas lucas –argot para la moneda de Perú, el sol– se contrata un sicario y te quito de en medio’”.

Puede ser que la Corte Suprema de Perú le dé la razón ahora y que finalmente se ejecute la restitución del niño al padre. Pero ¿y si Hugo entonces, tras siete años en Perú y arraigado allí, aunque sea “un arraigo forzado” como puntualiza el denunciante, le dice que quiere verlo y recuperar la relación con él, pero que no quiere mudarse a España? ¿Aceptará Emiliano hacer lo que el chico le pida si es por su bien? “Eso se decidiría en su justo momento después de que Hugo pasase con nosotros en Madrid unos días de vacaciones y de valorar junto a él detenidamente. Mi hijo no es de mi propiedad y como mejor se cría un hijo es recibiendo atención de ambos padres y sus extensa familia de ambos”, responde. “Hugo es fruto del amor. El horror vino luego y aún sigue siete años después”.


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