Hoy os queremos traer un nuevo texto de Mamadrastra, no hemos podido resistirnos pues esta historia nos recuerda cual patrón repetitivo, lo que muchos Papás hemos sufrido durante el proceso de divorcio.
Gracias Mamadrastra por tu labor que da visibilidad a estas situaciones que ocurren lamentablemente cuando esas #SuMadreQueSoyYo se topan con un Papá luchador que decide no renunciar a sus hijos y darlo todo por una Compartida.
Si no lo habies hecho aún os recomendamos que visiteis su Blogg:
http://mamadrastra.com/secuestro-vacaciones
Breve historia de un secuestro en vacaciones
Mamadrastra Julio 2018
Hoy os voy a contar una breve historia de un secuestro en
vacaciones. La conté ayer por Twitter, pero hoy la voy a hacer extensible por
aquí.
Lo cuento porque en estos días se está hablando mucho de
los secuestros parentales y esas cosas. Esas cosas que empezamos a ver como
normales y que justificamos. Lo nuestro no fue un secuestro (hago ya el
spoiler) fue más bien una historia de folletín.
Antecedentes secuestrales
Todo comenzó cuando mi chico y #SuMadreQueSoyYo
comenzaron los trámites del divorcio y las cosas comenzaron a ponerse feas
(léase por feas: yo también quiero cuidar de mi hija, no verla tres horas a la
semana; y no, no te voy a pasar 3.000 euros de pensión. Un disgusto tremendo
para ella como entenderéis).
En ese momento, viendo que no iban a ser satisfechas sus
demandas, nuestra liebre de marzo decidió empezar a ejercer como dueña y señora
de la niña porque oye, para eso la ha parido y total, él solo es el padre.
Aunque todavía vivían juntos, el acceso que él tenía a la
niña era mínimo. No podía acercarse a ella, casi no podía tocarla. No podía
bañarla, ni darle de cenar. No podía siquiera dirigirle la palabra
tranquilamente porque “te parto la boca” (palabras textuales de esta madre
sufridora porque sí, en cuanto las cosas no salen como ellas quieren sufren
mogollón: se llama poca tolerancia a la frustración).
El caso es que la convivencia era regulera y, hasta que
se desplegaron las medidas previas, era lo más parecido a un infierno. Durante
ese tiempo la niña tuvo que escuchar de todo: insultos a su padre, amenazas de
su madre, “mi vida, papá te maltrata. Papá no te quiere…”. La situación ideal
para cualquier niño de dos años. Una situación de la que la peque ha guardado
algunos recuerdos que su padre ha intentado borrar y que, desde luego, no va a
recordarle.
Y una situación que ha quedado guardada para la
posteridad porque, por recomendación de la policía, mi chico tenía que grabar
todas estas cosas (cosa que, por otro lado hay quien lo considera maltrato,
porque ¿cómo osas a grabar constantemente a una señora que te está amenazando?
¡Por dios!).
Un verano de marras en la playa
Durante el verano previo a las medidas previas, la madre
decidió llevarse a la niña durante más de dos meses. Total, es suya, como puede
ser un bolso o un coche, y puede hacer con ella lo que le venga en gana (porque
para eso la ha parido, oigan).
Más de dos meses en los que su padre no habló con ella en
ningún momento, en los que no pudo ni cogerle de la mano, pero en los que se
negó a no verla a pesar de que la madre en ningún momento le dijo dónde
estarían. Por eso, intuyendo dónde habían ido a veranear, alquiló una
habitación en un hotel y, a través de la ventana (escondido, agazapado),
efectivamente, pudo ver a su hija pasear por la playa con su madre y sus
abuelos.
Como es de suponer, a la vuelta de vacaciones le puso una
denuncia (ella a él, por supuesto, ¡no iba a ser al revés!) a ver si con esa
denuncia ya le daba la estacada definitiva y él se bajaba de la burra con eso
de la custodia compartida porque lo de querer criar a un hijo a medias es un
maltrato que no se puede consentir a estas alturas de la vida, ¡hombre ya!
Advertido estaba.
El secuestro de unas vacaciones
El tiempo pasó y al verano siguiente todo había cambiado:
las medidas previas estaban desplegadas, la niña pasaba el mismo tiempo con
ambos, la pensión no era, ni por asomo, la que la señora pedía y yo ya había
hecho mi aparición estelar.
Todo estaba dentro de la normalidad. Normalidad que, en
ese momento, era tener que cortar las llamadas diarias cada vez que la madre le
recordaba a una niña de tres años lo mal que estaba sin ella, lo que la echaba
de menos y lo que estaba luchando para sacarla de ese infierno que era papá.
Te están maltratando, ¿verdad, coletitas mías?
Tienes ganas de llorar y ver a mamá, ¿verdad?
Jamás se me va a olvidar esas frases. Como supondréis,
vivíamos en un festival de felicidad.
Un buen día, cuatro días después de empezar sus primeras
“vacaciones” juntos, mi chico llegó al trabajo y vio a una compañera totalmente
pálida. Estaba hablando por teléfono y le miraba mientras asentía a lo que le
decían al otro lado.
Cuando colgó, le dijo:
-Era tu mujer
-¿Mi mujer? ¿Qué quería?
-Dice que si estabas viniendo a trabajar porque lleva
días sin localizarte y dice que has secuestrado a tu hija.
Decir que flipó en pepinillos es poco. Así fue como se
vio en la obligación de contarle su situación personal a una persona con la que
solo tiene una relación laboral. Afortunadamente, encontró comprensión al otro
lado, pero también podría haber encontrado lo contrario y quedarse con una
etiqueta.
Los porqués…
¿Por qué #SuMadreQueSoyYo se inventó eso?
Yo lo tengo claro: primero, por gili y sinvergüenza. Y
segundo porque muchas #SuMadreQueSoyYo utilizan los horarios laborales para
intentar reducir el régimen de visitas argumentando que ellas tienen
disponibilidad completa para cuidar de los hijos (esa disponibilidad tan tan
tan horrible y que tanto nos perjudica laboralmente, pero que nos da un
gustirrinín tremendo en estos casos) mientras que el marido tiene que dejarlos
con los abuelos.
Indudablemente buscaba confirmar que estaba asistiendo
regularmente a su lugar de trabajo para meter unas cautelares y que pasara
todas las vacaciones con ella (porque para eso es de su propiedad, como un
bolso o un coche) y porque para eso es intolerable que un padre tenga que
ajustar sus 22 días de vacaciones anuales a las vacaciones de Semana Santa,
Verano y Navidades de sus hijos (por si no lo sabéis: no, no da. O eres profe o
no te dan y sí, tienes que tirar de los abuelos o mandarles a un campamento).
Y, por otro lado, buscaba hacerle daño a nivel profesional
porque este siempre fue uno de sus objetivos: “Hundirte la vida”. ¡Qué mona es
y qué buena persona! Para estar alienada por él, según cuenta, tiene sus
objetivos bastante claros.
¿Por qué no la denunció?, me preguntaban ayer.
Bueno, pues porque era el inicio. Y al inicio siempre
tienes la esperanza de que sea solo una racha y pase. Intentas no crear más
conflicto, no enquistar las cosas… Además, te advierten de que si hay conflicto
peligra la custodia compartida, entonces tragas y tragas y tragas. El problema
es que no suelen ser rachas, sino una situación crónica que pocas veces va a
mejor. Y el segundo problema es que muchas veces la custodia compartida es
cuestión de potra.
En fin… como veréis tenemos historias de todos los colores.
Por eso ayer, cuando pudo hablar con la niña y por primera vez, en cuatro años,
mantuvo una breve conversación con ella sin que le dijera cosas como:
NoTeQuieroMePegas
MeMolestasPorqueEstoyConMiMamá
nos pusimos muy contentos. Porque está siendo todo muy
duro y una madre así, actualmente, tiene todo a su favor para hacer lo que le
salga del chirri e irse de rositas (y ahora pónganme verde por decir esto, por
favor).